1 - ¿Cómo definirías tu
poesía? ¿En qué proporción su temática y estilo surgen
espontáneamente o son provocados?
No
creo que sea definible, pero
sí es verdad que hay rasgos en común entre todos mis libros. Con
ellos pretendo ofrecer a mis lectores energía positiva. Con mis
versos intento dar forma a una vida nueva, de amor y piedad.
Fondo
y forma son un conjunto indisoluble. Cada libro, como decía José
Martí, tiene un rostro diferente, obedece a un estímulo que exige
un tono y una estética distinta. En mi caso, nacen siempre de manera
espontánea. Caigo en su emboscada cuando menos lo espero. Es decir,
los libros no se buscan, se nos imponen. Una sensación concreta en
un lugar determinado puede convertirse en el detonante de un texto, y
este primer poema, a su vez, con sus nuevos tonos y temas puede
anunciarnos que el horno de la mente ya está listo para que lo
llenemos de palabras. Por ejemplo, mis numerosos viajes a Finlandia
fueron el detonante, el temporalizador y la carga explosiva de mis
libros La guerra de invierno (Premio Internacional de Poesía
“Miguel Hernández-Comunidad Valenciana”, Hiperión, 2013) y Las
noches de Ugglebo (Premio “El Príncipe Preguntón”, Granada,
2016). La meternidad y el deseo de pervivencia de toda forma de vida
en La Tierra, por otra parte, fueron los impulsores de mi obra más
reciente, Ciudad sumergida (Hiperión, 2018).
2 - Así como los pintores de
larga trayectoria se dice que pintan siempre el mismo cuadro ¿Crees
que el poeta que escribe habitualmente está elaborando siempre el
mismo poema? ¿Cuál es tu caso?
Pues la verdad es que cada
uno de mis libros, aun compartiendo un tronco común, es
completamente diferente de los demás. Ese tronco unificador sería
mi diálogo con la tradición poética, el deseo de transformación
de la convivencia (para hacerla más respetuosa y solidaria), mis
ganas de innovar en lo temático y en lo formal, la hibridación de
géneros literarios y la apertura a las influencias de cualquier obra
Arte (pintura, cine, música…). Dicho esto, cada poemario –y ya
he publicado ocho– es distinto del resto, porque yo tampoco soy la
misma.
3 - ¿En qué modo crees que tu
poesía sirve o puede servir como terapia para tus lectores o para ti
mismo/a?
En ninguno. Un poemario no
cura. Alumbra. Alienta. Acompaña. O como dice Jorge Riechmann,
ofrece cuidados paliativos para vivir mejor.
4 - ¿En qué modo el/la poeta
debe, o no, tender a elaborar una poesía de la totalidad?
Ya
intentó Juana Inés de la Cruz con su obra magna, Primero
sueño, acceder al conocimiento de la
totalidad, desde la rosa al cosmos. Y aquella silva filosófica
no habla de otra cosa que de la derrota del entendimiento, de
la frustración de quien se puso una meta intelectual demasiado
elevada. Así pues, no creo que los poetas debamos imitar a Ícaro
con vanas pretensiones. Nuestros objetivos deben ser más modestos.
Como los de Virgilio: hablar del maravilloso espectáculo de lo
minúsculo.
5 - Musicalidad (con o sin
rima), contenido, lenguaje poético: ¿de cuál de estos tres pilares
podría deshacerse un poema e incluso así, seguir teniendo calidad?
La poesía es música, decía
Machado. La retórica es imprescindible para la evocación de
emociones, que es la esencia del género lírico. Y estos andamios, a
su vez, son fundamentales para elevar a categoría estética
cualquier tema que queramos abordar.
6 - ¿Hasta qué punto es
deseable que un poema sea sencillo, desnudo, corto? ¿Es el paradigma
del buen poema, conseguir delegar en el lector el mayor peso posible,
a la hora de interpretarlo?
No
creo en ninguna convención formal, y eso implica cualquier
prejucicio sobre la extensión de un texto. Tan evocador puede ser un
haiku de Basho como el Elogio de la vida
retirada de Luis de León. Lo que sí
me parece necesario es escuchar el alma del poema y dejarlo donde nos
pide, sin forzarlo. Cada texto tiene su medida, a la que se llega por
intuición.
7 - ¿Favorece a la poesía
actual la gran variedad de temáticas y la ausencia de monolitos
generacionales como los del 89 o 27?
Siempre ha habido variedad
temática. Por seguir hablando del 27, ¿cuántas corrientes había
por aquel entonces? Neo-barroca, neo-romántica, surrealista, civil,
neo-popular, vanguardista, pura-impura… La riqueza temática y
estética siempre anima el movimiento poético de un país, crea un
magma necesario para que haya futuras solidificaciones de voces
inmortales. Aunque no todas las propuestas sean del mismo interés.
Dámaso Alonso decía, a propósito de la Vanguardia española, que,
pese a que en contados ocasiones produjo obras de mérito, sí fueron
necesarias aquellas “arriscadas aventuras” para la renovación
surreal que vino después.
Y en cuanto a los monolitos…
Hoy tenemos muy claro que lo son Quevedo, Góngora, Lope o Juana
Inés, pero durante doscientos años nadie se acordó de ellos si no
era para denostarlos. Los mejores modelos, para mí, son los
clásicos, esos deben ser nuestros referentes: Virgilio, Píndaro,
Safo, Horacio. Faros cuya luz nunca se apaga.
8 - ¿En qué proporción el/la
poeta deben vivir, más que escribir, o viceversa, para alcanzar un
nivel elevado de calidad y honestidad en su creación?
Para
escribir, sobre todo, una debe amar. Ya lo decía Ángel Ganivet en
Los trabajos del infatigable creador Pío
Cid (1897), donde define qué es ser
poeta: “Poetas son los hombres –añadamos las mujeres– capaces
de ver las cosas con amor”.
9 - Cuando creas poemas, ¿en
qué medida lo haces con afán pedagógico?
Jamás. No soy una poeta
neoclásica. Es decir: no soy una poeta educadora.
10 - ¿Cuál crees que es la
clave para hacer que un recital poético sea atrayente (Música
durante la recitación o entre poemas, cantidad de poemas a leer,
número de presentadores o lectores, temporalización, cualquier otro
complemento)?
Que la poesía a leer, y por
tanto a escuchar, sea de excelente calidad.
11 – La famosa pregunta de
escribir para uno mismo y/o para los demás.
Siempre
en diálogo con una comunidad lectora.
La poesía es conocimiento íntimo que
se comunica a los demás para establecer vínculos, para reconocernos
los unos en los otros, y acompañarnos.
12 – Si te apetece, hazte tú
mismo/a esta pregunta final y contéstala (por supuesto).
Pues
la siguiente se la debo a Nuria Azancot, que dejamos inédita en
octubre: ¿De qué tradición literaria te sientes heredera, cuál te
interesa más, española o extranjera (si es que alguna lo es de
verdad)?
Cada
libro tiene varias tradiciones detrás. A grandes rasgos: Napalm,
la hispanoamericana (Rosario Castellanos, Roque Dalton, Julio
Cortázar) y la novela picaresca; Apátrida, la grecolatina
(Homero, Virgilio), los debates medievales, y poetas independientes
del siglo pasado (Unamuno, Cernuda) ; La Guerra de Invierno, la
ascética (fray Luis de León) y la narrativa finlandesa; Helio,
la mística española y oriental (Estella, Osuna, Jayyam, Rumi),
el existencialismo y la lírica romántica; Las noches de Ugglebo,
la grecolatina (Esopo, Fedro) y la literatura juvenil; Línea
de flotación, el haiku japonés, la poesía pura; Ciudad
sumergida, la tradición americana (Walt Whitman, Amy Lowell,
Mary Oliver, Elizabeth Bishop, Thoreau), la nórdica (Inger
Christensen), el modernismo español, la mitología griega (Hesíodo)
y las leyendas medievales (el título del libro recoge una tradición
que se remonta al Caballero Zifar y antes, a Las mil y una
noches). Con todo, mi alma es renacentista: me gusta el
ensamblaje de corrientes, y aspiro a la mejora de cuanto me rodea.
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