Podéis ver más información de Raúl Vacas en estas direcciones:
1
- ¿Cómo definirías tu poesía? ¿En qué proporción su temática
y estilo surgen espontáneamente o son provocados?
Mi
poesía tiene muchas caras, es poliédrica. Cuando escribo para niños
me apoyo en la tradición, en los juegos de palabras, en el humor. La
realidad pasa a un segundo plano y en los poemas las historias son
descabaladas y absurdas.
Cuando
escribo para jóvenes procuro acercarme a sus temas e intereses. Aquí
también tiene cabida el factor lúdico, el reto, la dificultad de
estilo pero sobre todo la ironía y el humor.
En
muchos de los casos el estilo es provocado. Hay un juego o un reto
detrás que estimulan ese ejercicio de estilo. Yo soy muy oulipiano.
Me gusta jugar, ensayar, poner a prueba mi paciencia y mis
capacidades.
Pero
también necesito escribir con más libertad, sin atender a un tipo
de estrofa o al cómputo silábico. Cuando escribo sin ninguna
pretensión, o sin pensar en algún público definido procuro hacerlo
en un margen de mayor libertad. Mi poesía, en estos casos, es más
seria, más introspectiva y muchos de los poemas nacen de un impulso,
una emoción o una revelación. Es más espontánea.
2
- Así como los pintores de larga trayectoria se dice que pintan
siempre el mismo cuadro ¿Crees que el poeta que escribe
habitualmente está elaborando siempre el mismo poema? ¿Cuál es tu
caso?
No
lo creo. Aunque elegir un tono de escritura y mantenerse fiel a él
puede ocasionar, a largo plazo, que haya poemas parecidos en su
discurso y su forma. La poesía puede entenderse como un todo, como
un proyecto, al igual que la vida. Si pensamos en esta idea no sería
descabellado afirmar que el cuadro es uno, único, ya sea la vida o
la poesía, pero la técnica, la mirada, el estado de ánimo con el
que interaccionamos con el cuadro, el poema o la vida son diferentes
a lo largo del tiempo. Yo trato de abordar cada libro como un nuevo
desafío y suelo proponerme nuevas metas. No miro en una única
dirección. Procuro tocar todos los palos y emplear casi todas las
herramientas a mi disposición. Hay quienes solo emplean la gubia
para tallar sus versos y me parece bien pero yo necesito probar otras
herramientas. Entiendo la poesía como un oficio artesanal, como un
laboratorio de pruebas, como un espacio para la alquimia.
Hay
discursos que parecen encajar a la perfección en un romance, una
décima o un soneto. No sólo es importante contar, o versar, hay que
saber cómo y con qué herramienta ese cuento o verso llegará con
más fuerza al lector o al oyente.
Yo
procuro variar el cuadro, desde el tapiz hasta el marco.
3
- ¿En qué modo crees que tu poesía sirve o puede servir como
terapia para tus lectores o para ti mismo/a?
Que
la poesía tiene un carácter terapéutico es indudable. Un buen
poema puede reconciliarte contigo mismo o con la vida, puede
mostrarte el camino que hay que recorrer, puede ofrecerte una
dimensión más profunda de algo o de alguien. El consuelo e incluso
el duelo se hacen más llevaderos con palabras. Necesitamos
desahogarnos. Necesitamos compartir, echar fuera lo que atenaza
nuestra garganta o nuestro corazón. Marjiatta Gottopo escribió hace
tiempo: “Preguntarme qué pienso de la poesía es preguntarme
dónde y cuándo un poema me salvó y de qué”.
Yo
necesito leer una y otra vez algún que otro poema o libro. Es mi
particular terapia. Como lo es la escritura. Escribir para domar el
grito o escribir para dar forma a una herida son mi forma natural de
expresarme. Yo escribo mejor desde el dolor y la duda que desde la
felicidad y la certeza. Me araña mucho más un poema de Chantall
Maillard o Alejandra Pizarnik que uno de Jorge Guillén. Soy más
físico que metafísico. Mis dolores nacen de la herida que sangra,
del amor, de la muerte, de la propia vida.
Hace
años escribí un texto crítico dedicado a la moda. En el señalo la
proximidad de esta palabra con la palabra “muerte”. Y sugiero al
final del texto una nueva lectura pero operando un cambio: la palabra
“moda” pasará a ser “muerte”. El nuevo texto revelado por
ese cambio es tan brutal que impacta a muchos jóvenes, sobre todo a
chichas que han sufrido anorexia. Decía Lope de Vega que quien probó
el amor, con todas sus caras, sabe qué es el amor. Lo mismo ocurre
con el dolor y el poema es un buen espejo que nos sitúa ante los
dolores propios o ajenos.
4
- ¿En qué modo el/la poeta debe, o no, tender a elaborar una poesía
de la totalidad?
Quizá
el término totalidad suene demasiado rotundo. Yo soy más
fragmentario, trato de dibujar esa totalidad con cada una de las
piezas del espejo roto en mil añicos aunque a veces el todo no sea
la suma de las partes.
Quizá
esa totalidad debería afectar a los temas y a la formación del
poeta. Un poeta debería de estar preparado para nombrar, en clave
poética, cualquier asunto, cualquier particularidad y con las
herramientas oportunas para ello. Pablo Neruda tenía esa cualidad,
cifrarlo todo en clave de poema. Todo lo que miraba lo convertía en
poesía. Y quizá sea ese el espíritu del haiku japonés, nombrar lo
universal a partir de lo particular, con una mirada poética que lo
abarca todo o casi todo.
5
- Musicalidad (con o sin rima), contenido, lenguaje poético: ¿de
cuál de estos tres pilares podría deshacerse un poema e incluso
así, seguir teniendo calidad?
Considero
importantes los tres pilares. Un poema necesita sonar bien afinado al
oído, esté provisto o no de rima o de una estructura estrófica.
Hay poemas que no cuentan nada pues las palabras son inventadas y
únicamente dibujan una textura pero su eufonía y su concierto hacen
que ese lenguaje subjetivo se torne a la percepción casi objetivo.
Oliverio Girondo es capaz de envolvernos de ternura o de erotismo con
muchos de los poemas de su libro “En la másmedula”.
Tampoco
es preciso que el lenguaje sea estrictamente poético para insinuar
que hay poesía. La sencillez en ocasiones es tan poética y tan
directa como cualquier gran metáfora. Importa el contenido si se
asienta en cierta profundidad, si ese contenido provoca en nosotros
un efecto secundario, una reacción, una pregunta, una revelación o
una duda.
Las
tres son patas imprescindibles para la estabilidad del poema. Pero no
tienen que darse siempre todas para que el poema sea bueno.
6
- ¿Hasta qué punto es deseable que un poema sea sencillo, desnudo,
corto? ¿Es el paradigma del buen poema, conseguir delegar en el
lector el mayor peso posible, a la hora de interpretarlo?
Dice
Antonio Gamoneda que un poema no está completo hasta que no ha
pasado por la mirada atenta del lector. Este lo hace suyo, le otorga
su significado y no tiene por qué ser el mismo significado con que
fue escrito. El lector tiene que tomar partido en el poema, es su
interlocutor, aunque no sé cuál sería la proporcionalidad justa
para que ese feedback sea lo más fructífero. No todo en poesía
responde a parámetros de comprensión o de lógica. Hay poemas que
apenas nos sugieren cosas y que operan cierta fascinación en
nosotros.
Es
importante ofrecer algunas claves para su posible interpretación. En
ocasiones se complica mucho el mensaje y esta falta de comprensión
se vuelve un obstáculo para el poema. Hay mucha gente que no lee
poesía porque señala que no la entiende. Tal vez siempre pensaron
que hay que acertar a ver o a intuir qué quiso decir el escritor,
como cuando hacíamos un comentario de un texto literario, y que por
tanto la interpretación tiene que ser infalible y adecuada a ese
propósito y no se dan cuenta de que el poema es muy distinto en cada
voz y en cada mano.
Yo
juego deliberadamente con la dificultad en la lectura, no con la
dificultad en el contenido. Le doy la vuelta a un poema para que
tenga que ser leído en un espejo o descoloco las letras en las
palabras para que el lector tenga que encontrar el sentido del texto.
Y eso me permite hablarles del esfuerzo. De cómo un poema tiene
sentido si nos esforzamos por entenderlo y hacerlo nuestro. Si
también el lector puede jugar con las piezas de ese puzle.
7
- ¿Favorece a la poesía actual la gran variedad de temáticas y la
ausencia de monolitos generacionales como los del 89 o 27?
A
mí la variedad me gusta, y mucho más en poesía. Hay muchas voces
distintas y distantes en la actualidad y eso enriquece el panorama
poético. Y muchas de esas voces son mujeres con una gran calidad.
Pero así como ha resurgido el interés por la poesía es cierto que
hay un descenso de la comprensión lectora, e incluso de la exigencia
lectora. Interesa un lenguaje sencillo, fácil de comprender, sin un
gran despliegue metafórico. El endecasílabo blanco parece ser la
tónica general en el discurso poético así como el verso libre.
Aquí hay más uniformidad. Pero el concepto de poesía se ha
amplificado y extendido más allá del papel: la perfopoesía, la
poesía fonética, la poesía visual, la canción de autor o el rap
comparten esa riqueza y esa variedad. Quizá falta un mayor
compromiso colectivo en torno a lo social.
8
- ¿En qué proporción el/la poeta deben vivir, más que escribir, o
viceversa, para alcanzar un nivel elevado de calidad y honestidad en
su creación?
Gonzalo
Moure, un excelente escritor y amigo, habla con frecuencia de
“escribivir”., cuando la vida y la escritura van de la mano. Es
preciso que la escritura se cuele en la vida y viceversa, que lo
vivido se traduzca en literatura además de en vivencia.
¿Qué
sentido tiene escribir sobre la realidad si luego uno no vive de
acuerdo con lo que escribe? Tiene que haber una sintonía ética y
moral entre el mensaje escrito y el mensaje vivido. O que no
discurran por cauces diferentes.
De
poco sirve señalar la honestidad en un poema si luego desoímos esa
honestidad en nuestro proyecto de vida.
Yo
vivo y escribo a partir de lo que cosecho en la vida. Y escribo para
entenderme con relación a mi propia vida y la vida de los otros. Y
en esa relación con los otros y con la poesía procuro ser honesto.
9
- Cuando creas poemas, ¿en qué medida lo haces con afán
pedagógico?
Hay
poemas que me sirven como escusa para mostrar un aprendizaje. Emplear
deliberadamente esdrújulas en un poema es un buen pretexto para
trabajar desde el poema con estas palabras. En ocasiones pretendo que
el lector tenga ese papel activo y que haya, incluso algún guiño a
la materia de Lengua y Literatura u otras materias. Me gusta parodiar
poemas. Hay un romance que publiqué en un libro para niños, “Abecé
diario”, que está dedicado al Conde Helado. En realidad es un
guiño al Conde Olinos. Habrá niños de primaria que al llegar a
secundaria y descubrir este romance traten de relacionarlo con el que
leyeron cuando eran niños. Si eso surge, perfecto. Cualquier poema
puede llevarse al ámbito pedagógico sin necesidad de que haya
nacido con esa intención. El poema es, o debe ser, una herramienta
con la que mirar el mundo, el real y el imaginario, y por eso en él
siempre hay premio, como en el roscón de Reyes. Pero es necesario
enseñar a interpretar el poema y a hablar de él con naturalidad,
sin miedo. Ahí es donde debería residir el verdadero afán
pedagógico en la poesía. Y en la relación de lo poético con
cualquier disciplina.
Ahora
estoy trabajando en un bestiario de figuras literarias con un
propósito didáctico, conocer dichas figuras y su uso con ejemplos
divertidos que puedan manejarse en el aula.
10
- ¿Cuál crees que es la clave para hacer que un recital poético
sea atrayente (Música durante la recitación o entre poemas,
cantidad de poemas a leer, número de presentadores o lectores,
temporalización, cualquier otro complemento)?
Que
un recital resulte atractivo depende de muchos factores. Hay poetas
que escriben maravillosamente pero no saben comunicar o lo hacen con
un gran déficit de emoción y dicción. Un buen recital tiene que
ser ágil y participativo. Pero aún vemos muchas iniciativas donde
hay más poetas pendientes de la lectura de su poema que público, o
recitales que duran más que la película de Ben-Hur, o malas
alianzas con la música o recitales que parecen viacrucis o sesiones
de psicodrama. El humor y la provocación le sientan bien a los
recitales, sobre todo para romper con esa imagen del poeta o la poeta
en éxtasis declamando sobre un pedestal o atril. Yo he frecuentado
muchos bares y he promovido incluso muchos recitales en varios
locales de Salamanca. Hicimos muchas travesuras hace años y
conseguimos crear un público fiel gracias al humor y al ambiente
desenfadado que procurábamos. Recuerdo un buen amigo al que llamamos
el “fisioterapoeta”. Lo invitamos a un recital para hacer
coincidir sus dos pasiones, la fisioterapia y la poesía. Llevó al
bar su camilla de masajes y recitaba sus textos mientras masajeaba al
público. Fue muy divertido pero también tuvo su profundiad. La
poesía se hace más llevadera si se ofrece de la mano de la música,
no hay duda.
11
– La famosa pregunta de escribir para uno mismo y/o para los demás.
Cuando
uno publica con editoriales que dirigen sus libros a niños y jóvenes
es indudable que esa escritura íntima pase a ser pública. Y los
poemas, una vez publicados, dejan de ser tuyos.
Pero
siempre hay algún libro, o algún proyecto, que nace de la necesidad
de escribir para uno mismo. Ese diálogo interpersonal y ese trabajo
de mirarse por dentro y de buscar las palabras que expliciten la
búsqueda y el hallazgo se tradujeron en mi caso en el libro Señal
(Mundanalrüido), tal vez mi poemario más íntimo y personal, donde
apenas hago concesiones al juego, donde trato de ser yo, con mis
heridas.
12
– Si te apetece, hazte tú mismo/a esta pregunta final y contéstala
(por supuesto).
Pues
mi pregunta sería: ¿Cuál es el último libro de poesía que has
leído?
Cuaderno
de campo, de María Sánchez. Un libro editado por La Bella Varsovia
que es todo un hallazgo. La propia autora se ha visto sorprendida por
el interés que ha despertado su primer poemario que está batiendo
records de edición. Un libro duro que nos habla del cuerpo, de la
entraña, de la sangre, de las raíces, de la mujer. Y todo ello en
el marco del mundo rural. La autora, una joven veterinaria, reclama
una nueva narrativa sobre ese mundo lleno de vivencia y emoción en
el que se proyecta y se mira. Su libro dignifica el mundo rural, con
todas sus maravillas y crudezas. Es un reencuentro con el acervo, el
arraigo y la herencia.
Y
en la mesilla aguardan otros dos libros con voz de mujer: “La
lentitud del liberto”, de Maribel Andrés Llamero (Maclein y
Parker) y “La danza de la vieja” de Ana Martínez Castillo (La
Isla de Siltolá)
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