1 - ¿Cómo definirías tu poesía? ¿En
qué proporción su temática y estilo surgen espontáneamente o son
provocados?
La definiría como la de un lector
que ha frecuentado desde clásicos como Garcilaso de la Vega, Jorge
Manrique o Luis de Góngora, hasta otros autores más modernos y no
por ellos menos clásicos como Federico García Lorca, Jaime Gil de
Biedma, Pere Gimferrer, Vicente Huidobro o T. S. Eliot. De todos
ellos he aprendido a valorar la importancia del ritmo en la poesía y
la necesidad de encontrar un aliento propio, que se asienta en la
respiración. La temática y el estilo, por tanto, deben acomodarse a
ese ritmo interior, a ese hálito, que es espíritu y verbo.
2 - Así como los pintores de larga
trayectoria se dice que pintan siempre el mismo cuadro ¿Crees que el
poeta que escribe habitualmente está elaborando siempre el mismo
poema? ¿Cuál es tu caso?
En mi caso, no. He huido
voluntariamente de esa repetición siempre, dejando de escribir
cuando ha sido preciso, incluso durante años. No entiendo la
creación sin riesgo. He tratado de adaptar mi escritura a todos los
cambios físicos y emocionales que he sufrido y disfrutado en la
vida, lo que en muchos casos ha supuesto modificaciones incluso en el
modo de respirar o de sentir. Creo que mi poesía, como mi vida, es
proceso de un cambio continuo.
3 - ¿En qué modo crees que tu poesía
sirve o puede servir como terapia para tus lectores o para ti
mismo/a?
No creo en la poesía como terapia,
sí como emoción y pensamiento. No le busco utilidad ninguna; la que
pudiera tener, sin embargo, siempre será bienvenida, aunque no haya
sido buscada. Ciertamente, y según en qué momentos, cualquier
producto de comunicación humana (cine, teatro, música…) puede
tener un valor terapéutico, pero prefiero valorar toda experiencia
en cuanto produce conocimiento y reflexión.
4 - ¿En qué modo el/la poeta debe, o
no, tender a elaborar una poesía de la totalidad?
Un poema en sí mismo es una
totalidad. Un libro en sí mismo es una totalidad. Una obra en sí
misma es una totalidad.
5 - Musicalidad (con o sin rima),
contenido, lenguaje poético: ¿de cuál de estos tres pilares podría
deshacerse un poema e incluso así, seguir teniendo calidad?
De ninguno de ellos, en mi opinión.
Todos son imprescindibles, aunque sea en mi caso el ritmo, acordando
con el preclaro Octavio Paz en su ensayo “El arco y la lira”, el
invitado especial a la fiesta de la palabra.
6 - ¿Hasta qué punto es deseable que
un poema sea sencillo, desnudo, corto? ¿Es el paradigma del buen
poema, conseguir delegar en el lector el mayor peso posible, a la
hora de interpretarlo?
Me encantan los poemas largos. Me
gusta hacerlos y me gusta leerlos. Narrativos, épicos, descriptivos,
teatrales, crípticos, surrealistas, existencialistas o
creacionistas, presentan un cosmos absoluto y total cuando están
conseguidos, en los que el lector puede sentir de un modo similar al
que lo hizo el autor. Estoy pensando en “La tierra baldía” de
Eliot, en “La balada del viejo marinero” de Coleridge, en las
“Soledades” de Góngora, en el “Altazor” de Huidobro…
También en las “Coplas a la muerte de su padre” de Jorge
Manrique o en el “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”
de García Lorca, por ejemplo.
7 - ¿Favorece a la poesía actual la
gran variedad de temáticas y la ausencia de monolitos generacionales
como los del 98 o 27?
Sí, porque poco a poco hemos
perdido los corsés de la poesía, tan rígidos hasta el siglo XIX, y
lo hemos ganado en libertad. El poeta puede, y debe, escribir desde
la integridad más absoluta, en temática y estilo, al margen de
modas y mercados. Ya se encarga el negocio editorial, y sus
administradores, de favorecer a unos pocos en detrimento de otros
muchos, incluso por motivos en los que no prima la calidad, sino el
dinero. En la actualidad se publica mucha poesía que no es que no
tenga futuro, es que no tiene presente. La escritura también puede
ser, y debe ser, una disidencia contra esa función utilitarista de
las editoriales y sus dictados absurdos.
8 - ¿En qué proporción el/la poeta
deben vivir, más que escribir, o viceversa, para alcanzar un nivel
elevado de calidad y honestidad en su creación?
La vida siempre en primer lugar, por
encima de todo. La escritura, como la lectura, es una parte de la
existencia, pero no puede sustituir en plenitud la experiencia real
por una imaginaria. Cervantes tuvo una vida llena de avatares y su
peripecia vital, con el desengañol sufrido por la pérdida de sus
ideales renacentistas, la plasmó en muchas de sus obras en forma de
viajes, de personajes y de ideas. Hasta el burgués Shakespeare tuvo
una vida llena de claroscuros que lo convirtieron en el gigante del
teatro que hoy es. Encerrado en una habitación de siete metros
cuadrados es difícil describir la inmensidad del mar o del cielo
nocturno.
9 - Cuando creas poemas, ¿en qué
medida lo haces con afán pedagógico?
En ninguna medida. La educación, en
las aulas; en los versos, emoción, ritmo y pensamiento.
10 - ¿Cuál crees que es la clave para
hacer que un recital poético sea atrayente (Música durante la
recitación o entre poemas, cantidad de poemas a leer, número de
presentadores o lectores, temporalización, cualquier otro
complemento)?
El interés del asistente es lo más
importante. Se puede aprender del peor profesor, basta con tener
abierto el espíritu hacia el otro, esa “otredad” de la que
hablaba Octavio Paz. Como Juan Ramón Jiménez escribía, que la
poesía llegue desnuda, desprovista de ropajes, que la dejen llegar.
La cuestión pertinente es si realmente hay suficientes asistentes
interesados.
11 – La famosa pregunta de escribir
para uno mismo y/o para los demás.
En esto me quedo con Alejandro Dumas
y “Los tres mosqueteros”, que eran cuatro: “Todos para uno y
uno para todos”. O con la famosa frase del cómico Publio Terencio
Africano: “Nada humano me es ajeno”. Somos comunidad, somos una
aspiración colectiva al conocimiento.
12 - Si te apetece, hazte a ti mismo una pregunta y contéstala.
No haré la pregunta, pero daré la respuesta: la Poesía espera todavía la llegada de un mesías que entre en el templo y eche a los fariseos y mercaderes de su recinto sagrado. Mientras tanto, los hombres de bien seguimos sufriendo el tintineo de las monedas contra el suelo de mármol, la compraventa de premios entre las élites dominantes, la hipocresía, el sexo mercenario, la prevaricación, la corrupción, el estupro y los libros-salchicha.
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